domingo, 21 de mayo de 2017

Un cuento triste

Lo escribí hace mucho tiempo. Al releerlo he pensado si corregir cosas o dejarlo tal cual. He preferido no cambiar nada. Le veo el encanto de mis primeros relatos y me da pena alterarlo. Espero que os guste.

Érase una vez una princesa sin nombre que entre el asfalto de una ciudad vivía. Sus labios eran rojos, sus sueños rosas. Deseaba el amor como el adicto la droga, pero era orgullosa, así que ningún príncipe había logrado romper la armadura de su corazón.
También había un villano marcado que entre rejas moría. Un error tatuó su destino, encerró su juventud y quebró su porvenir. Su vida era gris como los hierros que lo retenían y su único aliciente era acabar su condena.
Un verano en la playa, el calor juntó sus caminos. Él tenía un permiso de una semana junto con otros reclusos. En uno de sus paseos, que siempre tenían toque de queda, la vio tumbada en la arena. Algo en él se encendió por primera vez y no pudo evitar la tentación de hablar con ella.
Entre juegos, la princesa, educada entre lujos y buenas maneras, rehuía la compañía de Iván, que así se llamaba el villano, para evitarse problemas. Pero la atracción era más fuerte que cualquier moral y al tiempo cayó en sus brazos. Juntos se complementaban, el chico aprendió a sonreír y ella a abrir su corazón.
La joven nunca supo exactamente cuáles habían sido los delitos del chico, mas siempre tuvo constancia de que vivía en un reformatorio del que únicamente podía salir un día a la semana, día que él aprovechaba para llenar las paredes de la ciudad con graffitis que siempre firmaba. En la playa hacía lo mismo, dejaba su huella en cada esquina y cada roca de los acantilados con su clandestina marca, tan clandestina como el amor que les unía. Ella le contaba historias de libertad, le confesó que era la princesa de su ciudad, la más guapa, la más bella, de la que todos se prendaban, la más deseada, pero también la más difícil de conseguir, porque por algo era la princesa, una princesa entre villanos.
Él escuchaba atento y entendió que tras las pequeñas vacaciones en la costa, vigiladas siempre por sus carceleros, jamás podría estar con ella. Sin embargo, sus labios le hechizaban, adoraba la manera en que, coquetamente, dejaba caer sus pestañas, cómo acariciaba nerviosa su pelo y se sonrojaba cuando le dedicaba palabras bonitas. La desazón de saber que todo iba a terminar le quemaba, y corazón y razón luchaban encarnizadamente en su interior.
El último día que iban a compartir juntos en la libertad de la arena y el ardor del sol, discutieron. Discutieron porque sabían que era el fin, los nervios y el dolor afloraron en forma de rencor. Se gritaron con rabia, con odio, echándose en cara cosas que no existían, todo porque ambos sabían que su amor era imposible. Por la noche, se dirigieron los dos a los acantilados sin haberlo premeditado, intuyendo que el otro acudiría también y podrían despedirse. Los amantes olvidaron todo lo que se habían reprochado y se entregaron el uno al otro. Se quitaron la ropa para vestirse con besos. Para ella, él fue el primero; para él, ella fue la última.
Al calor de la playa lo sustituyó el calor del asfalto. Él no podía olvidarla, y cada tarde de libertad se iba a su barrio y se sentaba enfrente de su casa mientras fumaba un cigarrillo tras otro hasta que la veía salir, tan guapa como siempre, tan altiva como siempre. Nunca se atrevió a acercarse, a hablarle de nuevo. Pensó que ese amor destrozaría la vida de la princesa. Sus mundos eran muy distintos, muy lejanos. Ella poseía todo lo que a él le había sido negado, y sobre todo, tenía futuro. Iván, sin embargo, se veía acabado, derrotado por la vida, olvidado entre cuatro paredes. Así que se conformaba con mirarla y recordar aquellos días en los que había sido tan feliz a su lado.
Ella tampoco era capaz apartarlo de su mente y buscó el cariño que él le había dado en otros brazos. Abandonó su orgullo y cedió a las proposiciones que le ofrecían otros hombres que no amaba. Sin su villano no valía la pena conservar su coraza, ni tampoco su dignidad. Lo que no sabía la princesa, era que Iván espiaba sus deslices, sus idas y venidas con los ladrones de besos, sus intentos de calmar su suplicio en otros cuerpos que la joven no disfrutaba. Ya no quería ser princesa, sólo buscaba placer para encontrar el olvido. Cada vez que al caminar reconocía su firma junto a un graffiti en una pared, una punzada de dolor le invadía el pecho y creía morir, quería morir, pero sabía que ni en la muerte hallaría descanso de ese amor tan fuerte.
Iván, sin embargo, estaba ya muerto. Lo estaba desde la noche en que se había entregado a su princesa, porque había comprendido que la vida más allá de ella no existía. Cada vez que la contemplaba desnudando su cuerpo y ensuciando su alma con otros, moría un poco más al sentirse olvidado. La vida para Iván no tenía ya mucho sentido, quizá por eso se dejó matar.
Una tarde insultó a un ladrón de besos que se había propasado con su princesa. La chica había huido llorando y él no podía consentir que la única persona que le importaba sufriera. Lo provocó hasta que el otro sonrió tranquilo y sacó una navaja, Iván iba desarmado y supo que era el fin. No se le ocurrió mejor forma de abandonar ese horrible mundo que limpiando el nombre de su amor. Se dejó matar en esa pelea callejera, no luchó, permitió que lo acuchillaran, cada vez que la navaja atravesaba su cuerpo gritaba el nombre de la princesa, hasta en su último aliento pensó en ella.

4 comentarios:

  1. Pues has hecho muy bien en no cambiar ni una sola coma: es completamente precioso e impresionante tal como está.
    Mi más sincera enhorabuena, de verdad; me ha encantado. Tu forma de escribir es tan sentida y tan clara, tan fácil de comprender y leer que dan ganas de más.
    Bravo 👏👏

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! Leer cosas así me anima a seguir escribiendo, ¡un abrazo! :)

      Eliminar
  2. Hola!
    He sentido todo lo que escribías, tienes una forma de escribir muy especial, se me ha hecho muy corto.
    Estaré encantada de poder leer algo más que escribas, y deberías dedicarle más tiempo, lo haces muy bien.
    Un besito.
    -E

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola! Muchas gracias :) Tengo la sección de relatos propios del blog tienes más cosas mías para leer. Ahora estoy escribiendo algo más largo, espero terminarlo pronto. ¡Un abrazo!

      Eliminar